Jesucristo prometió a Pedro que sobre él edificaría su Iglesia (". – . edificaré mi Iglesia Mt. 16, 18), no sus Iglesias. Expresa su deseo de que todos los hombres formen "un solo rebaño bajo un solo pastor" (Jn, 10, 16), y manifiesta que "Todo reino dividido sí mismo, será desolado" (Mt. 12, 25).

martes, 28 de agosto de 2012

Encontrando la Biblia en la Misa


Nuestra oración es bíblica. La Misa es la continuación de la Biblia. En el divino plan de salvación, la Biblia y la Misa están hechas una para la otra. Tal vez esto es noticia fresca para usted. De hecho, tal vez usted, al igual que otros muchos, incluyendo muchos católicos, no ha pensado tanto sobre la relación entre la Biblia y la Misa.

Es posible que si alguien pregunta: “¿Qué tiene que ver la Biblia con la Misa?”, muchos podrían contestar: “No tiene mucho que ver”.
Parece una contestación obvia. Sí, escuchamos lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento en cada misa, y cantamos un salmo entre estas, pero, aparte de esto, no parece que la Biblia sea tan importante en la Misa.
Esperamos que después de leer este artículo, usted tenga una perspectiva distinta –además de un amor y un aprecio mucho más grande- para el profundo misterio de fe en el que entramos en cada Misa.
Empecemos de una vez y miremos la Misa con un nuevo lente “bíblico”.
Cada Misa empieza de la misma manera. Nos persignamos y decimos: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Notemos que la señal de la cruz empezó con los apóstoles, que “sellaron” a los nuevos bautizados trazando este signo en sus frentes. (cfr. Ef 1, 13; Ap 7, 3).
Las palabras que rezamos cuando nos santiguamos vienen directamente de los labios de Jesús. De hecho, son de las últimas palabras que Él dijo a sus Apóstoles (Mt 28, 19).
Continuando con la Misa, el sacerdote nos saluda. Él habla y nosotros respondemos, con palabras de la biblia. Él dice: “El Señor esté con ustedes”; y nosotros decimos: “Y con tu espíritu” (cfr. 2Tim 4, 22).
En la Escritura, estas palabras son las promesas de la presencia, la protección y la ayuda del Señor (cfr. Ex 3,12; Lc 1, 28). El sacerdote puede optar por otro saludo, como “La gracia de Nuestro señor Jesucristo…”, que son también palabras sacadas de la Biblia (cfr. 2Cor 13,13; Ef 1,2).
La Misa continua así, como un diálogo entre los fieles y Dios, mediado por el sacerdote. Lo que llama la atención –y raras veces reconocemos- es que esta conversación está hecha casi completamente con el lenguaje de la Biblia.
Cuando pedimos, “Señor, ten piedad”, nuestro llanto pidiendo socorro y perdón hace eco de la Escritura (cfr. Sal 51, 1; Bar 3, 2; Lc 18, 13.38.39). Cuando glorificamos a Dios, entonamos el himno que los ángeles entonaron la primera Nochebuena (Cfr. Lc 2, 14).
Hasta el Credo y las Plegarias Eucarísticas están compuestos de palabras y frases bíblicas. Preparándonos para arrodillarnos frente al altar, cantamos otro himno angélico de la Biblia: “Santo, Santo, Santo…” (cfr. Is 6, 3; Ap 4, 8).
Nos unimos al salmo triunfante de los que le dieron la bienvenida a Jesús en Jerusalén: “Hosanna, Bendito es el que viene…” (cfr. Mc 11, 9-10). En el corazón de la Misa, escuchamos las palabras de Jesús en la Última Cena (cfr. Mc 14, 22-24).
Después, oramos al Padre en las palabras que nuestro Señor nos dio (cfr. Mt 6,9-13). Lo reconocemos con las palabras de san Juan Bautista: “He ahí el cordero de Dios…” (cfr. Jn 1, 29.36).
Y antes de recibirlo en la comunión, confesamos que no somos dignos utilizando las palabras del centurión que pidió la ayuda de Jesús (cfr. Lc 7,7)
Lo que decimos y escuchamos en la Misa nos viene de la Biblia. Y lo que “hacemos” en la Misa, lo hacemos porque se hacía en la Biblia. Nos arrodillamos (cfr. Sal 95, 6; Hech 21, 5) y cantamos himnos (cfr. 2Mac 10,7.38; Hech 16, 25); nos ofrecemos la señal de la paz (cfr. 1Sam 25, 6; 1Tes 5, 26).
Nos juntamos alrededor de un altar (cfr. Gén 12, 7; Éx 24, 4; 2Sam 24, 25; Ap 16, 7), con incienso (cfr. Jer 41, 5; Ap 8, 4), servido por sacerdotes (cfr. Éx 28,3-4; Ap 20,6). Ofrecemos una acción de gracias con pan y vino (cfr. Gén 14, 18; Mt 26,26-28).
Desde la primera señal de la cruz hasta el último amén (cfr. Neh 8,6; 2Cor 1, 20), la Misa es un tapiz de sonidos y sensaciones tejidos con palabras, acciones y accesorios tomados de la Biblia.
Nos dirigimos a Dios en las Palabras que Él mismo nos ha dado por medio de los autores inspirados de las Sagradas Escrituras. Y Él, a su vez, viene a nosotros, instruyéndonos, exhortándonos y santificándonos, siempre por la Palabra Viva de la Escritura.
Por el Dr. Scott Hahn, de su libro «La Misa y la Biblia».

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